Mis palabras se escabullen
entre las cosas que hago para hacerte sentir bien,
descansan en tu pelo, entrelazados en mis dedos
y regresan destrozados porque no pudieron besar tu oído
y tu rubor se refleja sutilmente en las canciones que desprendes de tu boca
para saciar tu duda
y decirme no, a ti no te puedo amar
Cualquiera que sea su parentesco, la belleza, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente, a las almas sensibles.
EDGAR ALLAN POE
lunes, 24 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
Sed
Tengo sed de tu mirada, de tu forma de hablar,de tu sonrisa y de tus errores. Tengo sed de tus cabellos, de tus momentos de éxtasis, de tu amistad y de tu odio. Del rincón en donde me tienes, del cristal que nos separa...tengo sed de ti, de ti espejismo en el desierto.
jueves, 13 de enero de 2011
Cosmonautas
Como cada día, él solía caminar rumbo a la escuela y en las esquinas esperando que el semáforo se pintase de verde se ponía a contemplar somnoliento el cielo que aun su gris conservaba.
Él vivía por ella y vivía porque la tenía a su lado.
Ella tomaba el bus todos los días en el mismo lugar, a la misma hora y con las mismas canciones que besaban su oído. Ella pensaba en la vida, miraba los coches y se llenaba de melancolía.
Él se reía recordándola y murmuraba frases bendecidas por ella, frases purísimas, frases paridas de su corazón. A lo lejos, ella se hostigaba de la rutina y la tentación de escapar acariciaba su mejilla.
Él rompía sus caretas y corría con los ojos aguados, ella se sumergía en el silencio, sublime silencio que la envolvía.
Ambos llegaban a la misma hora, el se secaba los ojos, ella se acomodaba el pelo y tomaban caminos distintos.
Él vivía por ella y ella tan solo vivía.
Él vivía por ella y vivía porque la tenía a su lado.
Ella tomaba el bus todos los días en el mismo lugar, a la misma hora y con las mismas canciones que besaban su oído. Ella pensaba en la vida, miraba los coches y se llenaba de melancolía.
Él se reía recordándola y murmuraba frases bendecidas por ella, frases purísimas, frases paridas de su corazón. A lo lejos, ella se hostigaba de la rutina y la tentación de escapar acariciaba su mejilla.
Él rompía sus caretas y corría con los ojos aguados, ella se sumergía en el silencio, sublime silencio que la envolvía.
Ambos llegaban a la misma hora, el se secaba los ojos, ella se acomodaba el pelo y tomaban caminos distintos.
Él vivía por ella y ella tan solo vivía.
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La Escuela de Atenas
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