Cualquiera que sea su parentesco, la belleza, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente, a las almas sensibles.
EDGAR ALLAN POE

miércoles, 23 de septiembre de 2009

A Amalia (1)

Querida Amalia:

Me cuesta tanto escribirte esta carta, mas que por la poca imaginación que me queda, me duele porque no estas y es mas difícil pensar, es mas difícil mantenerme concentrado en algo sin que tu recuerdo pase por mi mente y me regrese a la nostalgia de donde día a día trato de escapar.

Hay días en que el reloj gira al revés y me la paso en mi cuarto contemplando tus fotografías que como cuadros impresionistas deleitan mis ojos enrojecidos; algunas veces, cuando trato de buscar explicación a tu ausencia, siento que estas cerca y puedo percibir tu aroma, pero me doy cuenta que no estas y es en esos momentos en que caigo, abrazo mi almohada y me pongo a llorar.

Ya la escuela no jala mas, en clases no puedo mantenerme lúcido si cada minuto, cada instante que volteo veo tu asiento vacío; desde que te fuiste, todas las cosas perdieron su sentido, su magia y la verdad, ya no soy el mismo de antes, me volví invisible a los demás, mas sensible talvez, a veces creo que mi humor depende de la lluvia porque es en esos días lluviosos en que ensayo a ser mas fuerte y olvidar lo que fui.

A veces, tiendo a reír por nada pero después me doy cuenta que mis mejillas están manchadas de lágrimas amargas, reniego de todo: del tiempo, de esta maldita ciudad y de los meses que pasan de largo y tu no estas, mis pensamientos van jugueteando y seduciendo tu recuerdo, soñando a veces que estas aun esperándome bajo aquél árbol cerca al lago y que en cualquier instante tu voz besaría mis oídos llamándome pero solo escucho el suspirar del viento y el crudo réquiem de la soledad.

No me culpes si no dejo de pensarte, si de mes en mes la fiel esperanza regresa para mantenerme vivo, y así pasaran muchos días, semanas, meses o años, no importa, porque yo estaré esperándote, algunos días bajo el árbol de aquel lago, otros sentado en la estación del tren, pero no me cansaré, tu ya me conoces y conoces a este corazón que no se rinde a pesar que esté a medio latir y las fuerzas no le alcancen.

A la distancia me despido de ti, sabes, aun así siento tu tristeza, te quiero y prometo quererte hasta el final de los años que nos tocan vivir.

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La Escuela de Atenas

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